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Actualidad: El negocio de la inmortalidad

Updated: Sep 8, 2021


La eternidad se ha convertido en una inversión. Compañías como Alcor en Arizona, Cryonics Institute en Michigan, KrioRus en Eurasia cobran entre 25.000$ y 200.000$ por mantener los cuerpos congelados o criopreservar el cerebro. Precios que varían según el tipo de membresía que la persona en su deseo de perpetuidad pueda permitirse, bien una permanencia de cuerpo entero, bien una permanencia del cerebro como centro de acumulación de información. Al fin y al cabo, todo sucede en el cerebro o desde el cerebro.

Quizás si comprendiéramos que todo tiene un propósito, incluida la disolución del yo (más allá del aspecto psicológico). el mantenimiento de la vida orgánica no resultaría tan seductor.

No hay duda de que existe en nosotros una naturaleza inferior (física, orgánica, material, densa, desordenada, limitada, inconsciente), sujeta a errores y fallos y una naturaleza superior o supraconsciente (omniscente, omnipotente y omnipresente) pura, bella, perfecta.

La atención hacia el Ser resulta más significativa que la atención a la inmortalidad.


¿A quién le gustaría existir confinado en una máquina, atrapado en un cuerpo físico, por siempre jamás?


Evidentemente, sólo aquel que reduce su existencia a un cableado químico y eléctrico, sin más. Somos máquinas y nada puede existir más allá de ella. De ahí que la nueva religión sea la tecnología y que Dios (metafóricamente) esté llegando a su periodo de extinción. La biotecnología, la nanotecnología, la inteligencia artificial avanzan a pasos de gigante, que buena noticia para la medicina, el poder sustituir órganos defectuosos por mecanismos artificiales y abordar las enfermedades desde el interior del organismo. Altos labs una empresa biotecnológica, confía en alargar la vida util, estupendo, pero lo de preservar la existencia mundana eternamente ya no se si me parece tan buena noticia al alejarnos de la indagación en el verdadero sentido de la existencia y negar la realidad de la trascendencia.


Aparentemente podría parecer un objetivo francamente interesante y atractivo, pero como psicóloga dedicada al autoconocimiento y la eliminación del yo (Ego) el negocio de la inmortalidad me parece de lo más egoico -valga la redundancia- al pretender preservar el yo indefinidamente, eternamente, perennemente, yo y siempre yo. El ego trata constantemente de arrastrarnos hacia sus aspiraciones de autoafirmación egocéntrica e imagino que la inmortalidad supone la máxima de sus aspiraciones. Aunque teniendo en cuenta la multiplicidad de yoes que habitan en nuestro interior no sé yo si se pondrían de acuerdo en la anhelada resurrección.


Esta es la ambición del momento y lo que persiguen las mentes más avanzadas, de inteligencia privilegiada: hacernos inmortales, vencer a nuestro enemigo psicológico, el tiempo y burlar a la muerte.



Ya podemos escoger entre introducirnos en un ataúd, féretro, sarcófago bajo tierra o entrar en un tanque de Nitrógeno líquido a 196 grados bajo cero y quien sabe si resucitar en otro momento de la existencia futura. Lo que está claro es que en ambos casos estamos muertos. Esa es la realidad, morimos. Nacemos y morimos. Nos guste o no nos guste reconocerlo la forma se desvanece fiel a nuestra transitoriedad.



Me parece muy poco atractivo e incluso de cierto riesgo rebajar nuestra existencia a las experiencias sensoriales, a lo meramente orgánico, empírico y material. Olvidándonos de las dimensiones superiores de conciencia, la supraconciencia, altamente evidenciada, no sólo por visionarios, místicos y profetas, sino por un gran número de personas de vida corriente que han entrado en contacto con la realidad infinita y eterna, con la realidad última.

Existen otras formas de conocer que, aunque no deriven de los métodos de exploración acreditados y no encuentre explicación a través de los medios conceptuales conocidos, debería ser valorado y respetado por igual. Y hago referencia, en este caso, a ese tipo de conocimiento que resulta de la propia observación, de la experiencia directa, de la intuición, de la percepción única y personal. Un conocimiento que, aún alejado del sentido común y oponiéndose, en muchos casos, al criterio de valoración del momento, es censurado, combatido e, incluso, condenado, por el mero hecho de no ser compatible con la visión existente del mundo.


Que fantástico proyecto sería el descubrimiento de la continuidad del Ser, la exploración del TODO de tal manera que la certeza de lo eterno dejara dejará de ser una incógnita.


Con respecto a la supraconciencia, más vale poner el dedo en los labios y permanecer callado” dice el premio nobel de neurofisiología, profesor Sir Charles Sherrington. Y así seguimos, huyendo de lo que verdaderamente importa, vivir conscientemente, liberados del miedo a morir.



Y después de tanta verdad revelada seguimos tan ignorantes e insignificantes frente a la magnificencia de nuestra naturaleza esencial.


Llegará un día en que encontrarse carente de la facultad de desarrollar la conciencia cósmica será un signo de inferioridad similar a la ausencia en nuestros días de la naturaleza moral.

R.M Bucke

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​© 2013 por Emma Barthe.

 

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