En consulta, es habitual encontrarme con trastornos de guion o confusión de roles. De hecho, la misma palabra “trastorno” puede provocar un rechazo de un guion (trastornado) que pueda estar tomando un papel demasiado protagonista sin que ni siquiera puedas reconocerlo.
- ¿Yo, un trastorno, ja!?-
Entendiendo por trastorno, todo aquello que “trastorna” -perturba, altera, inquieta, incomoda, conmueve- nuestro estado de bienestar interior.
Nos encanta decir que vamos a un coach, que hacemos cursos, seminarios y retiros, que meditamos y hacemos yoga para nuestra bienandanza, pero no parece que nos haga tanta gracia admitir que vamos a un psicólogo y seguimos una terapia -no vaya a ser que nos tomen por locos- para solucionar aquello que nos trastorna.
Justamente, me vienen a la memoria dos frases que escuché o leí hace ya algún tiempo. La primera, de una entrevista; “En la vida hay dos clases de personas, las que están locas y las que no lo saben”. La segunda, de Krishnamurti: “No es signo de buena salud el estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma”.
Así que, por favor, no disimulen, no pierdan el tiempo, no encumbran ni posterguen la necesidad de ir a un psicólogo y “poder”. conocerse mejor. Los trastornos se solucionan con un buen diagnóstico y un tratamiento acorde. Eso si, hay que admitirlos y reconocerlos.
Muy posiblemente, la verdadera y única necesidad genuina sea la del autoconocimiento y la libertad de ser, como también nos recuerda otra frase atribuida a Alejandro Magno: “Conocerse a uno mismo es la tarea más difícil porque pone en juego directamente nuestra racionalidad, pero también nuestros miedos y pasiones. Si uno consigue conocerse a fondo a sí mismo, sabrá comprender a los demás y la realidad que lo rodea”.
La necesidad de pertenencia, de adecuación y adaptación a determinadas reglas -o de romperlas abruptamente- de asumir determinados roles por un deseo oculto y el temor a no ser vistos ni reconocidos, hace que muchas veces nuestra forma de comunicar y relacionarnos con los demás -y con nosotros mismos- resulte poco autentica, pierda espontaneidad esencial e impida nuestro fluir natural.
Todos necesitamos que nos quieran y aprecien, que nos acepten y respeten, que nos valoren y se crea en nosotros. Pero cuando esa necesidad – natural en las primeras etapas de nuestra vida- se desvía de su función primaria y se posterga en el tiempo, es muy probable que entremos en confusión de guion e incluso posibilidad de trastorno.
Estamos llenos de dobles mensajes que muestran esa confusión de guion:
- ¡Vete, no te necesito! En lugar de ¡Te necesito, desesperadamente!
- ¡Puedo estar solo/a! En lugar de ¡No soporto la soledad!
- ¡Lo hago por ti! En lugar de ¡No me dejes!
. ¡No sé qué me sucedió! en lugar de ¡Qué hice?
- ¡No me importa! En lugar de ¡Duele demasiado!
- ¡Me siento juzgada! En lugar de ¡No me rechaces!
- ¡No vales nada! En lugar de ¡No siento mi propio valor!
- ¡Cómo te has atrevido! En lugar de ¡Me has hecho daño!
- ¡Desconfías de mí! en lugar de ‘No confío en mí!
- ¡Soy humano! En lugar de ¡Soy débil!
- ¡No tengo miedo! en lugar de ¡Tengo miedo!
Todos ellos mensajes que contradicen, niegan y eluden la realidad de nuestro estado psicológico.
La psicoterapia puede ayudarnos a tomar conciencia de nuestras distorsiones, facilitar la corrección de los constructos disfuncionales erróneos y favorecer la mejora de nuestro estado interior y por supuesto, nuestras relaciones con el exterior.
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