En una conversación:
-Es tan sabio! Me encanta. Sabe de todo. Historia, política, arte. Puedes hablar de cualquier cosa con él.
-Y de sí mismo, también sabe mucho? ¿Es “sabedor” de su propio ser?
-Supongo...
-Pregunto:
¿Vive en la tranquilidad?
¿Liberado de toda angustia?
¿Sin la perturbación del deseo?
¿Sin conflictos internos?
¿Sin pensamiento fragmentado?
¿Ausente de divagación, duda y contradicción?
¿Sin distracciones?
¿Sin enfrentamiento?
¿Sin la captura del hábito?
¿Sin prejuicios ni etiquetas?
¿Prisionero de la dualidad y los condicionamientos?
¿Absuelto del ego?
¿Exento de identificaciones?
¿Emancipado de los opuestos?
¿Familiarizado con su miedo?
¿Conocedor de sus impulsos?
¿Comprensivo e imparcial?
¿Con la conciencia despierta?
¿En el Amor?
Podría seguir...
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